El cierre de la jornada del martes guardaba uno de los momentos más especiales de la historia del Mutua Madrid Open. El filo de la medianoche entre el 30 de abril y el primero de mayo de 2024 se recordará como la fecha del adiós competitivo en la Caja Mágica del pentacampeón y líder del palmarés del torneo (2005, 2010, 2013, 2014 y 2017).
Los focos y el techo desplegado del Estadio Manolo Santana arroparon el último baile que Rafael Nadal le brindó al entregado y agradecido público madrileño tras veinte participaciones en la capital española. El tenista mallorquín escribió ante Jiri Lehecka la página definitiva del epílogo de su leyenda en el MMOPEN.
Dos horas y dos minutos duró su duelo ante el checo (7-5, 6-4) que pudo suponer que el español redondeara su listón de victorias en suelo madrileño hasta las 60, pero que finalmente establecerá un registro difícil de igualar con 59 triunfos por solamente 15 derrotas desde su primer encuentro frente a Álex Corretja en el Madrid Arena en 2003.
Nadal, que llegó a Madrid con la única expectativa de seguir la evolución escalonada a la competición en su última participación en el Masters 1000 español, obsequió a sus fieles con más alegrías de las que él mismo imaginó cuando aterrizó, con una semana de antelación, sobre la arcilla de la Caja Mágica.
El bautizo del joven Darwin Blanch en primera ronda (6-1, 6-0), la revancha una semana después contra Alex de Miñaur (7-6[6], 6-3) y la enésima dosis de épica en la batalla de tres horas contra Pedro Cachín (6-1, 6-7[5], 6-3) han sido las últimas tres veces que un juez de silla pronuncia en Madrid aquello de “Juego, set y partido: Nadal”.
Nadal y el Mutua Madrid Open, el Mutua Madrid Open y Nadal, guardarán para siempre momentos imborrables en la retina de los amantes del deporte de la raqueta. Los “Vamos, Rafa”, puños apretados tras puntos mágicos y miradas de complicidad con la grada en búsqueda de fuerzas e inspiración cuando las fuerzas flaqueaban.
El momento para el que nadie estaba preparado, por más que se sabía que una derrota marcaría el final, llegó de la forma más especial posible: empezando un martes y terminando un miércoles. Pero Nadal pudo despedirse de Madrid así como él quería: sintiéndose competitivo en una pista de tenis en la cual, sobre su polvo de ladrillo, ha dejado marcada una huella imborrable para la eternidad.